Detrás del mostrador

Tolerancia y Resistencia

Reacciones que pueden ocasionar los medicamentos

TOLERANCIA

Es la disminución de la respuesta de una persona a un fármaco, y se produce cuando se utiliza repetidamente y el organismo se adapta a su continua presencia. Cuando una persona ya no responde a un medicamento de la forma en que lo hacía al principio, necesita mayor dosis para lograr el mismo efecto que cuando lo usó por primera vez. El desarrollo de la tolerancia suele impulsar el consumo de dosis cada vez más altas para lograr los efectos deseados; esta situación puede ocasionar tres efectos adversos:

Dependencia. Cuando una persona deja de consumir el medicamento, puede presentar síndrome de abstinencia, es decir, síntomas físicos y mentales que pueden variar desde leves hasta mortales. Muchas personas que toman un fármaco recetado todos los días durante periodo prolongado pueden volverse dependientes; por ello, cuando suspenden el principio activo, deben hacerlo gradualmente para evitar la incomodidad del síndrome de abstinencia.

Adicción. Es una enfermedad en la que la persona no puede detener el consumo de cierta sustancia, a pesar de las consecuencias negativas que ocasiona.

Sobredosis. Alguien que ha desarrollado tolerancia a cierta sustancia y se ha acostumbrado a tomar determinadas dosis, y luego pasa por un periodo de abstinencia, corre significativo peligro de sufrir sobredosis si reanuda el consumo, ya que las cantidades a las que estaba acostumbrado, ahora son demasiado altas para que su sistema procese de manera efectiva los principios activos.

RESISTENCIA

Se refiere a la capacidad de los microorganismos para resistir los efectos de un fármaco que habitualmente es eficaz contra ellos. Esta situación puede tener graves consecuencias, entre ellas:

Carga económica. Cuando ya no se pueden tratar las infecciones con antibióticos de primera línea, es necesario emplear fármacos más caros; además, la mayor duración de la enfermedad y del tratamiento, a menudo en un hospital, incrementa los costos de la atención sanitaria y la carga económica para familias y sociedad. Si esto ocurre en comunidades de escasos recursos, será muy difícil combatir eficazmente las infecciones microbianas.

Mayor sufrimiento. La persona tarda más tiempo en recuperarse e, incluso, puede no hacerlo del todo y quedar con secuelas, con ello se reduce tanto su calidad como expectativa de vida.

Extensión. Cuando el tratamiento fracasa o la respuesta es lenta, el paciente sigue siendo contagioso durante más tiempo, y eso aumenta las posibilidades de que la cepa resistente se transmita a mayor número de personas.

Ubicación. Las infecciones bacterianas, que son las que más enfermedades causan, son también donde los casos de resistencia son más comunes y preocupantes.

QUÉ HACER

Para reducir el riesgo de las consecuencias negativas de tolerancia y/o resistencia, es importante que los usuarios tomen en cuenta las siguientes medidas:

Autoprescripción. Esta práctica consiste en la ingesta de fármacos que requieren receta, pero sin haber consultado al médico. Algunas personas lo hacen porque piensan que así se ahorran tiempo y dinero en la consulta, porque algún conocido les recomendó que lo hicieran o porque simplemente supusieron que podían hacerlo tras ver información en redes sociales, Internet u otro medio masivo de comunicación. Sin embargo, desconocen cuál es la dosis que requieren y durante cuánto tiempo, así que no saben si su consumo les creará tolerancia, adicción y, en algún momento, sufrir sobredosis con fatales consecuencias. Por ello es importante no autoprescribirse y consultar al médico para que él indique la terapia apropiada para cada caso.

Incumplimiento. Los microorganismos luchan para no morir ante la acción de los medicamentos, así que mutan (se transforman) para volverse más resistentes.

Si bien esta adaptación es un fenómeno natural, el uso farmacológico inadecuado acelera este proceso y aumenta dicha capacidad microbiana a niveles muy peligrosos, pues aparecen en el planeta nuevos mecanismos de resistencia que ponen en peligro la posibilidad de tratar exitosamente enfermedades infecciosas comunes, las cuales son cada vez más difíciles y, a veces, imposibles de aliviar, a medida que los fármacos pierden eficacia. Ante ello, se debe completar la terapia indicada por el médico, en cuanto a dosis y duración, aun cuando la persona ya se sienta bien, de manera que se aniquile la totalidad de microorganismos y, con ello, no tengan oportunidad de desarrollar resistencia a los fármacos, y aumentar la duración del malestar, ni tampoco el gasto que representa su atención.